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Me faltaste incluso cuando te tenía enfrente.

“Mi padre sí estuvo… pero no supo estar.”

Hay fechas que remueven, aunque uno no quiera. Y el Día del Padre, para muchas personas, es una de ellas. 🤴

No por nostalgia ni por duelo, sino por ese vacío raro que deja la presencia ambigua: cuando el padre sí estuvo, pero no supo cómo habitar el vínculo. Cuando no se fue, pero tampoco se quedó de verdad. 🪞

Se habla mucho del abandono masculino, del padre que no se hizo cargo, que desapareció. Y también, se habla bastante de la madre herida, de la madre que luchó sola. Sin embargo; aún se habla poco (demasiado para mi gusto), de esos padres que sí estaban físicamente, pero a los que nunca se les permitió realmente estar. O que, cuando lo intentaron, no supieron cómo. Esos padres que no querían llegar a casa o que se transformaban en la puerta. 🤯

En algunas familias, el padre fue reducido a un rol económico, a un proveedor sin palabra. En otras, se anuló su presencia emocional con frases como “deja, yo me encargo” o “no opines si no sabes, no estás en todo el día” o “tu papá hace todo mal”.

Hubo madres que, por sus propias heridas, ocuparon todo el espacio emocional, desplazando al padre desde un lugar que parecía protector, pero era controlador.

Y en ese sistema cerrado, el padre fue silenciado. Esto no justifica lo que viene después, pero lo explica en parte. 😶

Muchos de esos hombres también fueron criados sin permiso para sentir, sin recursos para hablar de lo que les dolía, sin modelos masculinos que los invitaran a criar desde la ternura y no desde el poder.  Y luego, fuimos nosotros, hijas e hijos, los que crecimos buscando una figura que nos reflejara, que nos acompañara sin exigir perfección, que nos mirara con amor genuino, que nos dijera que podíamos y no estaba. O, peor aún, estaba detrás de una pared invisible, hecho silencio.

En estas dinámicas familiares, surgen principalmente formas de relacionarnos en el futuro:

🧶Una manera evitativa: cuando el niño aprende que no vale la pena expresar lo que siente, porque no será escuchado. Son personas que en la adultez tienden a cerrarse emocionalmente, a no pedir ayuda, a mostrarse autosuficientes incluso en el dolor.

🧶Una forma impredecible: se da cuando el vínculo con la figura de apego es impredecible. A veces hay atención, a veces no. Esto genera una búsqueda constante de aprobación y miedo al abandono. En la adultez, pueden ser personas que idealizan a quienes las rodean, pero viven en alerta por temor a ser dejadas.

Ambas formas (y la idea no es hablar de apegos), dificultan la construcción de relaciones seguras. Y si no hay trabajo consciente, pueden derivar en vínculos de poder, de dependencia o de manipulación emocional. Y cuando leemos esto, se nos viene inmediatamente a la cabeza el “narcisista”.
Pero, aunque muchas personas tienen rasgos narcisistas como forma de defensa, especialmente si crecieron sin validación emocional, no todas tienen un trastorno. Algunas, incluso, pueden transformarse (con dolor, con trabajo y con mucha conciencia).

Por eso es tan importante no caer en etiquetas, pero sí en la comprensión de que hoy el término narcisista circula por todas partes. Se usa en redes sociales, en diagnósticos exprés y como una manera despectiva de referirnos a un otro o invalidarle. 

Si embargo; para hablar de Trastorno de la Personalidad Narcisista (TPN), no basta con ser egoísta, tener heridas, hacer daño o ser controlador, ya que el TPN implica:

  • Un patrón persistente de grandiosidad.
  • Necesidad excesiva de admiración.
  • Falta profunda de empatía.
  • Relaciones instrumentalizadas (usa al otro).
  • Dificultad para aceptar críticas o reconocer errores.
  • Sentimiento crónico de vacío, aunque lo disfrace con superioridad.
  • Y sobre todo: una desconexión real de su mundo emocional interno, que impide reparar o reconocer el daño causado, no por maldad, sino porque no puede verlo.

Así, resultará que ese hijo que no fue visto (ni por el padre que se borró ni por la madre que lo invadió), crecerá necesitando validación.
Entonces, si puede volverse controlador, terriblemente encantador, dependiente del reconocimiento ajeno. Sin saber cómo vincularse desde lo genuino, porque nunca le enseñaron, nunca se le permitió. Y si no hace un proceso consciente, replicará los mismos vínculos, hasta convertirse en padre, para repetir, o desaparecer, o criar con miedo, sin guía, sin estructura emocional. Porque cuando no hemos sanado la ausencia, tendemos a convertirnos de alguna extraña manera en una réplica 2.0 disfrazada.

Este Día del Padre, no quise escribir una carta cursi (de eso ya tuve muchas), tampoco quiero enarbolar el discurso de la madre “luchona” (porque lo soy), ni del hombre que se fue (porque quiso o porque yo quise).
Hoy quise mirar ese rincón en el que se construyen los vacíos más complejos (esos de mi infancia): el del padre que estuvo, pero sin presencia. El que no golpeó, pero hirió con su indiferencia, con su manera despectiva de hablar. El que no se fue, pero tampoco sostuvo. Pero también, que no supo como estar, porque nunca le enseñaron y que se unió a una mujer que en su propia necesidad, tampoco lo permitió, ni lo validó.

Y también, quiero recordar que sanar eso no se logra con “perdón instantáneo ni frases motivadoras”. Al menos desde mi visión, se sana nombrando el dolor, comprendiendo de dónde venimos y que quiero hacer diferente, dándonos el permiso de ser adultos conscientes, aunque hayamos sido niños invisibles.

Porque no todas las heridas vienen de la ausencia. Algunas vienen del silencio. Y el silencio, cuando no se nombra, se hereda, hasta que decidimos hablar. ⛓️‍💥

✨ Si esto resuena contigo, si algo de esta historia también es tuya y sientes que puedo acompañarte con mi mirada terapéutica, puedes contactarme.

🔸 Acompañamiento terapéutico: porque hay momentos en que ya no basta con saber. Necesitamos sentir, llorar, ordenar, soltar. Por eso ofrezco una primera sesión gratuita: para que podamos ver si resonamos, sin compromiso ni presión.
A veces, una conversación a tiempo lo cambia todo.

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Se que tu proceso merece tiempo, espacio y respeto. Y yo puedo  acompañarte desde estos dos caminos:

🔸 Formación terapéutica: porque a veces necesitamos comprender con la mente lo que el cuerpo y el corazón aún no pueden nombrar. Estudiar nos da estructura, lenguaje y contexto. Intelectualizar no es huir, es una etapa legítima. También pasé por ahí… y sirve.

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En otras, se anuló su presencia emocional con frases como “deja, yo me encargo” o “no opines si no sabes, no estás en todo el día” o “tu papá hace todo mal”. Hubo madres que, por sus propias heridas, ocuparon todo el espacio emocional, desplazando al padre desde un lugar que parecía protector, pero era controlador. Y en ese sistema cerrado, el padre fue silenciado. Esto no justifica lo que viene después, pero lo explica en parte. 😶 Muchos de esos hombres también fueron criados sin permiso para sentir, sin recursos para hablar de lo que les dolía, sin modelos masculinos que los invitaran a criar desde la ternura y no desde el poder.  Y luego, fuimos nosotros, hijas e hijos, los que crecimos buscando una figura que nos reflejara, que nos acompañara sin exigir perfección, que nos mirara con amor genuino, que nos dijera que podíamos y no estaba. O, peor aún, estaba detrás de una pared invisible, hecho silencio. En estas dinámicas familiares, surgen principalmente formas de relacionarnos en el futuro: 🧶Una manera evitativa: cuando el niño aprende que no vale la pena expresar lo que siente, porque no será escuchado. Son personas que en la adultez tienden a cerrarse emocionalmente, a no pedir ayuda, a mostrarse autosuficientes incluso en el dolor. 🧶Una forma impredecible: se da cuando el vínculo con la figura de apego es impredecible. A veces hay atención, a veces no. Esto genera una búsqueda constante de aprobación y miedo al abandono. En la adultez, pueden ser personas que idealizan a quienes las rodean, pero viven en alerta por temor a ser dejadas. Ambas formas (y la idea no es hablar de apegos), dificultan la construcción de relaciones seguras. Y si no hay trabajo consciente, pueden derivar en vínculos de poder, de dependencia o de manipulación emocional. Y cuando leemos esto, se nos viene inmediatamente a la cabeza el “narcisista”. Pero, aunque muchas personas tienen rasgos narcisistas como forma de defensa, especialmente si crecieron sin validación emocional, no todas tienen un trastorno. Algunas, incluso, pueden transformarse (con dolor, con trabajo y con mucha conciencia). Por eso es tan importante no caer en etiquetas, pero sí en la comprensión de que hoy el término narcisista circula por todas partes. Se usa en redes sociales, en diagnósticos exprés y como una manera despectiva de referirnos a un otro o invalidarle. Si embargo; para hablar de Trastorno de la Personalidad Narcisista (TPN), no basta con ser egoísta, tener heridas, hacer daño o ser controlador, ya que el TPN implica: Un patrón persistente de grandiosidad. Necesidad excesiva de admiración. Falta profunda de empatía. Relaciones instrumentalizadas (usa al otro). Dificultad para aceptar críticas o reconocer errores. Sentimiento crónico de vacío, aunque lo disfrace con superioridad. Y sobre todo: una desconexión real de su mundo emocional interno, que impide reparar o reconocer el daño causado, no por maldad, sino porque no puede verlo. Así, resultará que ese hijo que no fue visto (ni por el padre que se borró ni por la madre que lo invadió), crecerá necesitando validación. Entonces, si puede volverse controlador, terriblemente encantador, dependiente del reconocimiento ajeno. Sin saber cómo vincularse desde lo genuino, porque nunca le enseñaron, nunca se le permitió. Y si no hace un proceso consciente, replicará los mismos vínculos, hasta convertirse en padre, para repetir, o desaparecer, o criar con miedo, sin guía, sin estructura emocional. Porque cuando no hemos sanado la ausencia, tendemos a convertirnos de alguna extraña manera en una réplica 2.0 disfrazada. Este Día del Padre, no quise escribir una carta cursi (de eso ya tuve muchas), tampoco quiero enarbolar el discurso de la madre “luchona” (porque lo soy), ni del hombre que se fue (porque quiso o porque yo quise). Hoy quise mirar ese rincón en el que se construyen los vacíos más complejos (esos de mi infancia): el del padre que estuvo, pero sin presencia. El que no golpeó, pero hirió con su indiferencia, con su manera despectiva de hablar. El que no se fue, pero tampoco sostuvo. Pero también, que no supo como estar, porque nunca le enseñaron y que se unió a una mujer que en su propia necesidad, tampoco lo permitió, ni lo validó. Y también, quiero recordar que sanar eso no se logra con “perdón instantáneo ni frases motivadoras”. Al menos desde mi visión, se sana nombrando el dolor, comprendiendo de dónde venimos y que quiero hacer diferente, dándonos el permiso de ser adultos conscientes, aunque hayamos sido niños invisibles. Porque no todas las heridas vienen de la ausencia. 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Cuando el día de la madre no brilla (y eso, también está bien)

Cuando el día de la madre no brilla (y eso también está bien) A veces pienso en lo complicado que puede ser este tipo de fechas para muchas personas. Pero, como en tantas cosas, el comercio puede más. Nos empuja a celebrar a toda costa, a encajar en una narrativa que no siempre nos representa. Nos inunda con frases como “retribuye a mamá”, “regálale algo especial”, “hazla sentir única”, como si fuera un mandato universal. Como si todas las madres hubiesen sido sostenedoras, presentes o amorosas y, peor aún, como si todas las hijas pudieran comprar esos regalos “llenos de reconocimiento y validación”. En los días posteriores a esta celebración, atendí algunas consultas que me conmovieron profundamente 💔, porque el dolor y la decepción estaban a flor de piel. Consultantes con el corazón apretado porque no hubo saludo, ni regalo, ni un gesto. Porque cocinaron, lavaron y prepararon loncheras como cualquier otro día, “siendo madres”. Otras fueron a celebrar a sus mamás y terminaron almorzando con hijas adolescentes que “se colaron” en el encuentro sin aportar ni siquiera una sonrisa o un gesto amable.Mujeres sin tarjeta, sin manualidad reciclada, sin el collar de macarrones ni el porta lápices de cono de papel higiénico, mínimo esperable. Y las que quieren y no pueden ser madres, las que han perdido a sus hijos, que viven en la ilusión o envidiando a sus amigas, primas y hermanas por ser madres y darse el lujo de tratar mal a sus hijos.Madres que cuidan día a día 🧑‍🦽 y cuyos hijos postrados ni saben de este día, que lo viven en soledad…Las que perdieron ya a sus madres maravillosas ✨, esas que admiraban y amaban por sobre todo, esas madres que contienen, que luchan, que aman intensamente, que validan y defienden, que son honestas, que te respetan. Por otro lado, estamos las que no tenemos vínculos fáciles con nuestras madres. Las que enfrentamos la encrucijada de si enviar un mensaje por compromiso, si comprar un regalo para no quedar mal, o si mejor no hacer nada y bancarse el juicio interno y externo. ¿Y si nos lanzamos a un detalle que resulta poca cosa?… Dudo que sea posible salir ilesa de este día, porque la presión nos aprieta por todos lados. El marketing hace lo suyo con esas madres dolidas: “Si nadie te regaló, regálate tú lo que mereces.” 💳 Y ahí estamos, pagando en cuotas algo que no necesitamos, solo para llenar un vacío emocional que no se resuelve con tarjetas ni perfumes. Reconozco que, durante algunos años, también reclamé que no había ni siquiera una “intención” en mi hija. Y en otra época, cuando le tomé el peso al cansancio de criar sola, tuve el atrevimiento de pedir mi Día de las Madres “sin hijos” 😌. Me las arreglaba para que las visitas de ambos fueran en ese fin de semana.(Porque sí, esta holística descarriada tiene hijos de padres diferentes, pero eso es para otro artículo🙈). Así lograba darme pequeños gustos de ocio. Finalmente, seguía siendo madre todo el año y recibía mi regalito del colegio con un mínimo desfase, nada más. Entonces, me pregunto:• ¿Qué estamos intentando validar?• ¿Qué vacío estamos llenando?• ¿Por qué seguimos esperando reconocimiento desde fuera?• ¿Por qué no creemos que lo estamos haciendo bien, si nuestros hijos no nos saludan ese día? ¿Desconfiamos tanto de nosotras y de nuestra forma de criar?Y esto va especialmente para quienes decidimos criar diferente: sin rigidez, sin gritos, sin miedo.¿Será que aún esperamos una palmadita en la espalda como señal de que lo estamos haciendo bien? Entendiendo que, según las propias palabras de las que están sufriendo en ese momento, están criando niños que no sigan la masa 🧠, que digan que no, que sean capaces de mantener sus ideales, que no se dobleguen al marketing. ¡Algo no me cuadra! Este Día de la Madre, para mí, fue más silencioso que festivo. Cociné igual que siempre, hice el almuerzo 🍽️, preparé loncheras, serví, lavé loza.Mi hijo tuvo visita con su padre biológico. Mi hija estuvo estudiando 📚. Me disponía a pensar en lo plano del día, como tantos, pero algo dentro de mí se sintió diferente y, entonces, recordé que, en septiembre pasado, después de casi tres años de audiencias, obtuve la sentencia judicial que me autorizaba a residir con mi hijo en España durante dos años 🇪🇸. Por mucho tiempo, su padre nos mantuvo en Chile y me sentí frustrada y prisionera.Su negativa no se basaba en la nutrida relación que tiene con Alfonso (de hecho, en la sentencia se da clara exposición a lo irrelevante e insuficiente de su paternidad), sino simplemente “porque podía oponerse” a que el niño saliera del país conmigo, quien tiene el cuidado personal y la patria potestad absoluta. No sé cómo explicar el gusto y la satisfacción que sentí cuando escuché al juez decir “a lugar la demanda” ⚖️.Ganar esa batalla fue mi regalo maternal, porque ser la madre de ese niño no se reduce a ser la nana del padre y criarle al hijo donde y como él quiera. Y luego recordé que el domingo anterior, Renata cumplió 18 años y, al día siguiente, me pidió que la acompañara con urgencia al Registro Civil para cambiar el orden de sus apellidos. No pudo hacerlo antes porque su padre no se lo permitía. Y así, a su modo —tosco, silencioso, a veces algo agobiante—, mi hija reconoció mi labor de una forma imborrable.Su regalo fue que, apenas pudo elegir, mostró públicamente la importancia de mi labor con ella, a pesar de los juicios y reclamos que de seguro vendrán. Hay cosas que no se ven a primera vista. Hay otras que el resto no entenderá e incluso juzgará. Pero para mí, que valoro el sistema, el linaje, el orden simbólico de los vínculos 🧬, tanto la sentencia del juez como el cambio de apellido de mi hija son suficiente para que todos mis Días de la Madre tengan sentido. Me honra enormemente saber que soy su

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La oveja negra

¿Te sientes la oveja negra? Dicen que en cada familia hay una oveja negra. La que cuestiona, la que no encaja. La que incomoda al sistema⚡ Yo lo he sido. Tal vez tú también. ¿Pero cuándo sentiste por primera vez que lo eras? Yo recuerdo haber confrontado el relato que me dieron sobre una infidelidad (dejemos de lado la parentalización en este instante jejeje) y haber dicho, con apenas unos 10 años: “pero para que esto ocurriera, él debió permitirlo… y para que él quisiera eso, ¿qué sucedió aquí antes? ¿Por qué ya no te quería? ¿O nunca te quiso? ¿Lo sabías, te diste cuenta? ¿Era cosa de tiempo? ¿Por qué no te preparaste o te estabas preparando? … ¿Cómo puedes estar con alguien que sabes que te fallará?” Desde ese momento, desde que mis preguntas modificaron el relato y lo obligaron a ser menos “victimoso”, algo empezó a andar mal… A pesar de que era una niña aguerrida, de esas que se enfrentaba, que defendía a su madre incluso de mi papá, que cuidaba a sus hermanos menores, llamaba a carabineros y buscaba terminar esos ciclos de violencia; la que argumentaba, la que decía que no todo estaba bien así como me lo planteaban. Durante mucho tiempo, pensar fuera de la “caja” o diferente me pesó demasiado, porque mi sistema quería seguir igual, le parecía que “así era” o “era lo que tocaba”. Y yo no podía entenderlo, menos aceptarlo. Siempre lo supe… Y por mucho tiempo pesó, porque cuando dejé de ser obediente y comencé a tomar decisiones, esas decisiones iban cargadas de confusión: las tomaba desde lo que sabía, pero con rebeldía… y me iban alejando de mi familia. Sin retorno 😵‍💫. Y en algún momento, dejé de pensar que eso es un problema… para comenzar a entender que era un llamado 🔔 ¿A qué?  A ver lo que antes no se veía 👁️, a reconocer que lo que dolía en silencio no tiene por qué seguir doliendo, a entender lo que no debe seguir pasando, ni justificándose 💔. Entendí, luego de intelectualizar mucho, que el sistema del que venimos; muchas veces, no puede acompañar nuestra transformación. Y cuando lo vemos, no podemos “desverlo” 🫢 (sé que está mal dicho jeje) Ese momento, cuando comenzamos a mirar desde otra percepción, a entender que no todo fue por azar, que hay hilos invisibles que conectan nuestras emociones con la historia de quienes nos precedieron 🧵, puede ser doloroso y solitario; pero, dentro de todo, es bastante liberador ✨ Aunque quisiéramos, y muchas lo intentamos, no siempre se puede arrastrar a todo el sistema a esta nueva manera de ver y actuar. Porque ellos no están preparados, porque sería obligado, y a la fuerza nada se sostiene. A veces, la única posibilidad es avanzar sola, aunque duela. Aunque se rompan las formas conocidas y que nos dan contención, aunque lo cercano/familiar desaparezca y nos sintamos exiliadas y sin rumbo… Y aquí viene otra triste noticia: a veces, el sistema que intentamos crear en el camino, en ese “intertanto” con algunas pequeñas mejoras—una pareja, una familia, un hogar—también se ve afectado 🏪 Porque cuando cambiamos profundamente, ya no queremos lo mismo. Y empezamos a elegir distinto. Y es que cuando elegimos pareja, amistades o proyectos de vida en ese “viaje hacia otro rumbo”, lo hicimos desde quienes éramos en ese momento 🪞. Desde nuestras creencias, nuestros dolores, nuestras heridas no sanadas, desde el miedo a perder el origen. Pero, cuando pasamos del cambio con resistencia a la transformación consciente, ya no todo encaja igual 🧩 Y, a menos que esas personas deseen moverse con nosotras, se vuelve difícil—a veces, imposible—sostener lo que antes parecía estable. Ahí también hay que aprender a soltar, pero no es sencillo. Se lee fácil, pero en la práctica es complejo, largo y muchas veces, profundamente doloroso 🕳️ Conocer el sistema del que venimos es un acto de amor, aceptarlo, honrarlo y agradecerlo, lo es mucho más ❤️‍🩹; pero, también, es un acto de honestidad radical en el que no siempre logramos sostenernos. Nos ayuda a ver por qué actuamos como actuamos, por qué repetimos lo que cuestionamos tanto, y por qué a veces el cambio no viene de afuera, sino de la capacidad de modelar lo aprendido. 🧬 Y aquí la epigenética tiene mucho que decir: sabemos que las vivencias de nuestras generaciones anteriores dejan una huella en nuestra biología. Experiencias de trauma, estrés crónico o abandono pueden alterar la expresión de ciertos genes sin modificar la secuencia del ADN. Es decir, no heredamos solo lo físico, sino también patrones de adaptación que un día fueron necesarios, pero que hoy tal vez ya no lo son. 🧠 Y desde mi amada neurociencia, comprendemos además que el entorno emocional moldea el cerebro. Que los circuitos neuronales asociados al miedo, al apego o a la resiliencia se forman en función de lo vivido y de cómo fue interpretado. Y que, con trabajo terapéutico y nuevas experiencias, estos circuitos pueden modificarse. El cerebro es plástico, cambia con cada percepción, con cada aprendizaje, con cada emoción sostenida de forma distinta. Por eso, cuando alguien se atreve a mirar distinto, no solo se abre una nueva comprensión mental; sino también una reconfiguración de su fisiología. El cuerpo guarda memoria, pero también puede aprender otra forma de habitar el presente. De hecho, muchas veces, antes de entender con palabras, sentimos con el cuerpo ese “algo” que nos impulsa al cambio. Por eso somos “holísticas”…  Si estás atravesando ese momento, o lo estás postergando porque duele demasiado mirar, quiero repetirte que no estás sola, aunque lo parezca. Podemos hacer un nuevo sistema, que si resuene con quien eres hoy. Yo también estuve ahí, aunque me sentí muy sola, sin darme cuenta soy parte de un rebaño de ovejas negras de corazón blanco. 🤍 🔸 Acompañamiento terapéutico: porque hay momentos en que ya no basta con saber. Necesitamos sentir, llorar, ordenar, soltar. Por eso ofrezco una primera sesión gratuita: para que podamos

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