Cuando el día de la madre no brilla (y eso también está bien)
A veces pienso en lo complicado que puede ser este tipo de fechas para muchas personas. Pero, como en tantas cosas, el comercio puede más. Nos empuja a celebrar a toda costa, a encajar en una narrativa que no siempre nos representa. Nos inunda con frases como “retribuye a mamá”, “regálale algo especial”, “hazla sentir única”, como si fuera un mandato universal. Como si todas las madres hubiesen sido sostenedoras, presentes o amorosas y, peor aún, como si todas las hijas pudieran comprar esos regalos “llenos de reconocimiento y validación”.
En los días posteriores a esta celebración, atendí algunas consultas que me conmovieron profundamente 💔, porque el dolor y la decepción estaban a flor de piel.
Consultantes con el corazón apretado porque no hubo saludo, ni regalo, ni un gesto. Porque cocinaron, lavaron y prepararon loncheras como cualquier otro día, “siendo madres”. Otras fueron a celebrar a sus mamás y terminaron almorzando con hijas adolescentes que “se colaron” en el encuentro sin aportar ni siquiera una sonrisa o un gesto amable.
Mujeres sin tarjeta, sin manualidad reciclada, sin el collar de macarrones ni el porta lápices de cono de papel higiénico, mínimo esperable.
Y las que quieren y no pueden ser madres, las que han perdido a sus hijos, que viven en la ilusión o envidiando a sus amigas, primas y hermanas por ser madres y darse el lujo de tratar mal a sus hijos.
Madres que cuidan día a día 🧑🦽 y cuyos hijos postrados ni saben de este día, que lo viven en soledad…
Las que perdieron ya a sus madres maravillosas ✨, esas que admiraban y amaban por sobre todo, esas madres que contienen, que luchan, que aman intensamente, que validan y defienden, que son honestas, que te respetan.
Por otro lado, estamos las que no tenemos vínculos fáciles con nuestras madres. Las que enfrentamos la encrucijada de si enviar un mensaje por compromiso, si comprar un regalo para no quedar mal, o si mejor no hacer nada y bancarse el juicio interno y externo.
¿Y si nos lanzamos a un detalle que resulta poca cosa?… Dudo que sea posible salir ilesa de este día, porque la presión nos aprieta por todos lados. El marketing hace lo suyo con esas madres dolidas: “Si nadie te regaló, regálate tú lo que mereces.” 💳
Y ahí estamos, pagando en cuotas algo que no necesitamos, solo para llenar un vacío emocional que no se resuelve con tarjetas ni perfumes.
Reconozco que, durante algunos años, también reclamé que no había ni siquiera una “intención” en mi hija. Y en otra época, cuando le tomé el peso al cansancio de criar sola, tuve el atrevimiento de pedir mi Día de las Madres “sin hijos” 😌. Me las arreglaba para que las visitas de ambos fueran en ese fin de semana.
(Porque sí, esta holística descarriada tiene hijos de padres diferentes, pero eso es para otro artículo🙈).
Así lograba darme pequeños gustos de ocio. Finalmente, seguía siendo madre todo el año y recibía mi regalito del colegio con un mínimo desfase, nada más.
Entonces, me pregunto:
• ¿Qué estamos intentando validar?
• ¿Qué vacío estamos llenando?
• ¿Por qué seguimos esperando reconocimiento desde fuera?
• ¿Por qué no creemos que lo estamos haciendo bien, si nuestros hijos no nos saludan ese día?
¿Desconfiamos tanto de nosotras y de nuestra forma de criar?
Y esto va especialmente para quienes decidimos criar diferente: sin rigidez, sin gritos, sin miedo.
¿Será que aún esperamos una palmadita en la espalda como señal de que lo estamos haciendo bien?
Entendiendo que, según las propias palabras de las que están sufriendo en ese momento, están criando niños que no sigan la masa 🧠, que digan que no, que sean capaces de mantener sus ideales, que no se dobleguen al marketing. ¡Algo no me cuadra!
Este Día de la Madre, para mí, fue más silencioso que festivo. Cociné igual que siempre, hice el almuerzo 🍽️, preparé loncheras, serví, lavé loza.
Mi hijo tuvo visita con su padre biológico. Mi hija estuvo estudiando 📚. Me disponía a pensar en lo plano del día, como tantos, pero algo dentro de mí se sintió diferente y, entonces, recordé que, en septiembre pasado, después de casi tres años de audiencias, obtuve la sentencia judicial que me autorizaba a residir con mi hijo en España durante dos años 🇪🇸.
Por mucho tiempo, su padre nos mantuvo en Chile y me sentí frustrada y prisionera.
Su negativa no se basaba en la nutrida relación que tiene con Alfonso (de hecho, en la sentencia se da clara exposición a lo irrelevante e insuficiente de su paternidad), sino simplemente “porque podía oponerse” a que el niño saliera del país conmigo, quien tiene el cuidado personal y la patria potestad absoluta.
No sé cómo explicar el gusto y la satisfacción que sentí cuando escuché al juez decir “a lugar la demanda” ⚖️.
Ganar esa batalla fue mi regalo maternal, porque ser la madre de ese niño no se reduce a ser la nana del padre y criarle al hijo donde y como él quiera.
Y luego recordé que el domingo anterior, Renata cumplió 18 años y, al día siguiente, me pidió que la acompañara con urgencia al Registro Civil para cambiar el orden de sus apellidos. No pudo hacerlo antes porque su padre no se lo permitía.
Y así, a su modo —tosco, silencioso, a veces algo agobiante—, mi hija reconoció mi labor de una forma imborrable.
Su regalo fue que, apenas pudo elegir, mostró públicamente la importancia de mi labor con ella, a pesar de los juicios y reclamos que de seguro vendrán.
Hay cosas que no se ven a primera vista. Hay otras que el resto no entenderá e incluso juzgará. Pero para mí, que valoro el sistema, el linaje, el orden simbólico de los vínculos 🧬, tanto la sentencia del juez como el cambio de apellido de mi hija son suficiente para que todos mis Días de la Madre tengan sentido.
Me honra enormemente saber que soy su zona segura 🫂; que, a diferencia de mis ancestras, he logrado ser una madre que les hace sentir que tienen un hogar al cual llegar, y no del cual arrancar como solución.
Por eso, hay que ponerle atención a los momentos sin marketing de por medio.
Pensar un poco:
📌 ¿En qué situaciones tus hijos te han mostrado lo que realmente eres para ellos?
📌 ¿A quién llaman cuando se asustan?
📌 ¿Con quién lloran?
📌 ¿De dónde no se quieren ir?
📌 ¿Por qué te “soportan”?
📌 ¿Tus abrazos les hacen sentir mejor? ¿Te los piden?
Si las respuestas a todo eres tú, lo estás haciendo bien. Ellos saben que estar contigo es lo mejor, no importa dónde, mientras sea contigo ❤️.
Cuando un hijo se aleja o se protege de su madre, no hay regalo que compense ese dolor, ni ese sentimiento de vacío.
Porque una madre debería ser siempre motivo de alegría y sus llamadas, sus mensajes, no deberían generar miedo o ansiedad. Cuando no te respondan, cuando dejen de llamarte para contarte sus cosas, ese es el momento de detenerte a pensar si lo estás haciendo bien o mal. Sin importar lo que digan los medios, ni los regalos; sino lo que habita entre ustedes en lo cotidiano.
Y sí, hay cosas esperables en una relación madre e hijo/a: discutir, molestarse, enojarse, incluso, a veces, decepcionarse. Pero cuando una madre no es tu zona segura, cuando el peor juicio es el suyo, no hay nada más que hacer que soltar y avanzar.
¡Qué importan los regalos de la televisión! 📺
No hay nada más valioso que los gestos que nos dicen que, pese a lo rotas que estamos, intentamos criarles de la mejor manera y darles un hogar; no una jaula que “evite que otros les dañen”, mientras nosotros lo hacemos 🏠
Y bueno, si deseas conectar con estas heridas o dolores, puede ser un buen momento.
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A veces, una conversación a tiempo lo cambia todo.
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Se que tu proceso merece tiempo, espacio y respeto. Y yo puedo acompañarte desde estos dos caminos:
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