La pregunta...
Hace años descubrí que preguntar a una mujer un simple “¿quién eres?” es como abrir una puerta hacia un mundo de revelaciones. En ese instante, se desata un torrente de emociones y, en muchos casos la frustración las consume. Cada respuesta es más sorprendente y conmovedora que la anterior, porque no sabemos quiénes somos cuando cuidamos de otros. En distintos contextos, ya sea en consulta o en clases, algunas mujeres comienzan tímidamente, casi en un susurro, con un “Soy X, madre, hija o esposa de…”.
Estas respuestas, aunque aparentemente sencillas, ocultan una verdad incómoda: al presentarnos de esta manera, relegamos nuestra identidad, convirtiéndonos en sombras de nosotras mismas. Esta tendencia, arraigada en la construcción social de género, contrasta notablemente con la seguridad con la que los hombres expresan sus logros profesionales sin depender de ningún otro para definirse.
Durante todos estos años he observado cómo esta dinámica, aunque inadvertida, alimenta la brecha de género y la invisibilidad que enfrentan tantas mujeres, especialmente aquellas que asumen la desafiante labor del cuidado de personas dependientes. Nos aferramos a estas “labores” como una fuente de valía personal, incluso cuando implica tranzar nuestros propios sueños y metas profesionales.
En el contexto del acompañamiento psicoemocional a cuidadoras, he sido testigo de cómo muchas de ellas desean y hacen esfuerzos sobre humanos por seguir cuidando mientras buscan desesperadamente recuperar su autonomía económica. Este dilema, entre la vocación de cuidar y la necesidad de sustentarse, genera un peso emocional abrumador que se manifiesta en niveles alarmantes de estrés, ansiedad, depresión y unos cuántos diagnósticos predecibles.
Es fundamental reconocer que identificarnos con una labor nos protege de la culpa de sentirnos “improductivas”, mientras que, paradójicamente, el trabajo doméstico y de cuidados ha adquirido una relevancia económica sin precedentes con un 27% del PIB, superando incluso a sectores como la minería.
Desde mi perspectiva, es imperativo seguir creando redes de apoyo efectivas y proporcionar las herramientas necesarias para que estas mujeres recuperen su autonomía económica y su salud mental al liberarse de la violencia económica que se ejerce en el ecosistema del cuidado.
Como terapeuta he asumido el compromiso acompañar y respaldar a estas mujeres, visibilizar sus realidades y seguir trabajando incansablemente para proporcionarles las herramientas necesarias que les permitan construir un futuro donde su labor sea reconocida y valorada como merecen, sin aceptar migajas, ya sea de su familia o del estado.
Te invito a responder ¿quién eres? y observar en tu respuesta si hay algo que debas mirar desde otra perspectiva.